DEL VANGUARDISMO A LA ANTIPOESIA
¿Cuáles son las condiciones a partir de las que un texto opera como poesía? ¿No es éste un nombre abominable para cualquier actividad presente, un término que tiene la virtud de informarnos sobre una serie importante de hechos del pasado, en resumen, un pasaje de turismo para visitar un museo? No proponemos, claro está, la reconstrucción de un mundo histórico en que esta actividad del espíritu ocupaba un lugar de mayor o menor privilegio, aparente o real de mayor o menor trascendencia, según retrocedamos en el tiempo u obren las deformaciones de nuestro recuerdo y de la historia. En todo caso, y dicho muy en general, es su relación con ciertas tradiciones la que otorga a un texto la posibilidad de ser reconocido y actuar como poesía y es la presencia efectiva de estas tradiciones en nuestra situación, quiero decir, su capacidad de ser un código aplicable al Presente, su capacidad de encarnar mensajes, o el (sin)sentido de sus mensajes, en la materia del mundo actual, la que permitiría el desarrollo presente de la poesía, la continuación de su dudosa eficacia. Como todo el mundo sabe, esto es, se olvida, una de las últimas manifestaciones del género poético en nuestro medio, según muchos augures la postrera, es la antipoesía. Ella ha obtenido desde hace algunos años una considerable amplificación de sus lectores y, algo que ya no es tan desusado para los productos del "espíritu moderno", una consagración oficial en aumento. A más de veinte años de haber iniciado su empresa de exposición, demolición y denuncia de nuestra sociedad, el autor de los antipoemas ha sido galardonado con el máximo premio que esta sociedad otorga a sus escritores: el Premio Nacional de Literatura (de 1969).